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Reseña: Marquéz de Villa de Leyva

Sin duda Villa de Leyva es un lugar donde los paisajes mas tranquilos y coloridos se juntan. Carreteras rodeadas del color naranja terroso del desierto se mezclan con cultivos verdes, pozos azúles y casas blancas decoradas con flores coloridas. Dentro de los cultivos, se pueden ver distintas variedades de uvas creciendo organizadas en infinitas lineas rectas. Estas hacen parte del viñedo Marqués de Villa de Leyva.

Al entrar se pasa por un arco de flores rosadas que dan la bienvenida a una casona blanca con decoraciones en madera, fuentes, unas cuantas mesas al aire libre rodeadas de árboles y cultivos de cepas. Un ambiente muy romantico, agradable y tranquilo. Este viñedo pertenece a Pablo Toro quien trajo desde Francia cepas de Cabernet Sauvignon y Sauvignon blanco, y del Valle de Napa cepas de Chardonnay que hacen único este viñedo en Colombia.

Después de estudiar enología en California, Pablo Toro se aseguró de encontrar el lugar perfecto, a 2.215 metros sobre el nivel del mar y con todos los microclimas perfectos para producir un vino tradicional pero único en Colombia.

El recorrido comienza caminando entre cepas, donde cada proceso de la vendimia es explicado detalladamente. Pude ver las uvas crecer y como con el tiempo cambian. Desde que son tan pequeñas como una semilla hasta que crecen y se tornan a un color amarillo dorado.

Luego, nos explicaban cada proceso donde pasan las uvas para llegar a llenar la copa de vino. Desde la despalilladora, despulpadora, fermentación y filtrado, cada proceso se hace con un especial cuidado en máquinas que trajo Pablo Toro desde Italia.

Luego bajamos por unas estrechas escaleras que llevaban a unas oscuras bodegas donde se guardan filas de barricas de roble francés y mas de 1200 botellas de vino. Las luces tenues hacen parecer que las filas nunca terminaran. Mientras caminas por su lado sientes un aróma a madera y frutos rojos con un ambiente húmedo y fresco.

Debajo de un techo de madera enredado en flores blancas y tallos rizados verdes nos sirvieron una copa de Carbenet Sauvignon. Rodeados de los cultivos verdes y una brisa refrescante nos enseñaron a catar un vino.

El aroma reunía ciruelas, moras y frambuesas combinando los olores de ahumado, caramelo y vainilla. Los sabores dulces y ácidos inundan la boca, dando un sabor refrescante a la vez. El segundo sorbo es sin duda más aromático y dulce, cada vez intensificando cada sabor hasta que se acaba la copa.

La calidad del vino no se compara con las mejores marcas o que sea traído de Francia. En Colombia también se pueden producir vinos de tan buena calidad con un toque distintivo. La calidez de nuestra tierra y la identidad cultural Colombiana corre por las copas de este vino que se prepara con todo el cuidado y cariño, esto es lo que hace estos vinos únicos.


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